El uso de las nuevas tecnologías cada vez cobra más relevancia porque nos permite evolucionar e ir adaptándonos al mundo actual, con la intención de ser un instrumento de comunicación y expresión, por lo que resulta sumamente importante la figura del educador capaz de introducir las innovaciones en el aula y que aporte una nueva visión al proceso enseñanza-aprendizaje .
Cacheiro, Sánchez y González (2005) indican que “todos los seres humanos han de formar parte de la nueva sociedad en la que razonar, argumentar, sentir, compartir, innovar, investigar, etc. Este proceso es la línea imprescindible para tomar un nuevo papel más activo y creativo desde el profesorado a los estudiantes, las comunidades virtuales, las sociedades, culturas y la humanidad en general”.
La consolidación de la sociedad de la información y el conocimiento abre las vías para generar nuevos modos de relación social.
Las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) son definidas por Caro, Soto y Millán (2015) como:
“El conjunto de tecnologías desarrolladas para gestionar información y enviarla de un lugar a otro; abarcan un abanico de soluciones muy amplio, que incluyen las tecnologías para almacenar información y recuperarla después, enviar y recibir información de un sitio a otro, o procesar información para poder calcular resultados y elaborar informes”
Sin embargo, es conveniente no perder de vista la vulnerabilidad que estos medios pueden generar por un uso inadecuado, que los convierte en un vehículo de expansión de la desigualdad.
Por ello el educador debe adquirir competencia digital para utilizar los medios, pero también debe generar conocimiento a través de los mismos, o como se menciona en el libro blanco de la Pedagogía y la Educación Social “la capacidad para utilizar las TIC como una herramienta para la expresión y la comunicación, para el acceso a fuentes de información, como medio de archivo de datos y documentos, para tareas de presentación, para el aprendizaje, la investigación y el trabajo cooperativo” (ANECA, 2006:149).
“Por un lado, el educador asume sus funciones clásicas de asesoramiento, guía y facilitador del aprendizaje, pero por otro se convierte en diseñador de nuevos entornos y facilitador de recursos” (Cebrián, 2003). De ahí la importancia de una selección crítica, es decir, “discriminar desde una perspectiva crítica el uso de recursos y TIC y su valoración para el desempeño profesional" (Sánchez, 2010), adquiriendo la capacidad de elegir entre el amplio abanico de opciones que ofrecen las tecnologías de modo que sea la que mejor se adecue al fin perseguido y a los destinatarios.
Si algo queda claro es que la integración de las tecnologías a la pedagogía es una capacidad que se le atribuye al profesor mediante la cual es capaz de desarrollar aulas activas, de trabajo colaborativo y de trabajo en grupo. Esto requiere de diferentes habilidades de gestión en el aula (UNESCO, 2011), pero como se cita en el informe Horizon (2014:26) “la formación docente aún no reconoce el hecho de que la alfabetización digital sigue siendo una habilidad cada vez más importante en cada disciplina y profesión”, a pesar de que son varios los autores (Nexhouse, 2002; Cabero, 2008; Marqués, 2008; Escamilla de los Santos, 2005; Balanskat y Blamire, 2007) los que insinúan que el uso de las tecnologías como utensilios didácticos facilitarían el proceso enseñanza-aprendizaje y la labor del docente. Tal negativa al reconocimiento de la necesidad de alfabetizarse digitalmente proviene en gran parte de personas nacidas y educadas antes del auge de las nuevas tecnologías ante la dificultad de adaptarse a los constantes avances tecnológicos, pero que se encuentran ante el reto de formar a nativos digitales, término acuñado por Marc Prensky(2001), que son consumidores masivos de los nuevos medios de comunicación.
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